El acoso y el ciberacoso son conceptos aparentemente sencillos que manejamos con frecuencia en el ámbito educativo dada la alta presencia de este fenómeno en las aulas y en las redes. Sin embargo, según vamos profundizando en estos términos nos damos cuenta que tienen bastante complejidad y que es fundamental entender todas sus dimensiones para poder analizar bien los casos que se nos presenten y, por tanto, actuar de una forma más eficaz.

Es frecuente que en una primera aproximación solo identifiquemos el acoso con un problema entre dos partes: aquellas personas que comenten la agresión de forma repetida y quienes la sufren. Esta idea nos llevará a abordar el problema poniendo el foco solo en una parte del conjunto de personas implicadas. Hoy en día sabemos que el acoso y el ciberacoso son fenómenos grupales no por que se realicen en grupo, sino por la dimensión social que tienen.

Por un lado, podemos identificar diferentes roles como aquellas personas que colaboran directa o indirectamente con los agresores, pero también aquellas otras que de alguna manera defienden a la víctima, la apoyan o se posicionan contra la violencia. Por otro lado, el acoso o el ciberacoso son formas de actuar en el grupo que cuentan con un amplio respaldo o, al menos, la ausencia de cuestionamiento, pues de otra forma sería más difícil llevarlo a cabo. Esa aprobación directa o indirecta proporciona, además, una recompensa social a aquellas personas que ejercen la violencia dotándolas de atractivo y valoración. Por eso es fundamental analizar el papel que los diferentes miembros del grupo o del aula o del centro han tenido ante una situación así. Tanto de los jóvenes como de los adultos.

Al igual que en una máquina los diferentes engranajes hacen posible su funcionamiento, el fenómeno del acoso solo es posible mediante la interpretación de distintos papeles por parte de los miembros del grupo que configuran un tejido de relaciones, significados e interacciones complejo dando como resultado una agresión mantenida en el tiempo hacia una víctima que difícilmente puede escapar del contexto de violencia. (1)

Para poder reflexionar con un grupo educativo o entre amigos y amigas, hemos preparado un pequeño juego a modo de Party en el que encontraréis diferentes tarjetas que abordan algunos de los términos más relevantes relacionados con este fenómeno. Veréis tarjetas que van desde los conceptos básicos y los diferentes roles, hasta el sexting o sextorsión, pasando por la amistad o la convivencia. También encontraréis en la documentación algunas definiciones, referencias y enlaces para seguir profundizando.

Al finalizar el juego podéis plantearos ¿Qué podemos hacer -individualmente, como grupo o como entidad- para frenar el acoso y el ciberacoso? Para responder a esta pregunta es interesante tener en mente la frase del proyecto Green Dot: «Una persona no tiene que hacerlo todo, pero todos/as debemos hacer algo». Nuestra contribución individual o colectiva para frenar una situación de violencia puede marcar la diferencia.

Esperamos que os guste y os sea de utilidad. Podéis escribirnos con vuestras dudas, impresiones o mejoras a tepongounreto@asociaciones.org. Seguiremos ampliándolo.

Notas (1): Domínguez Hernández, F. (2021). El acoso online y offline como proceso grupal. Cuadernos de Cultura de Paz. XVIII Jornadas de educación para la Paz. El grupo como espacio de protección y/o daño (27), 15-26. Fundación Seminario de Investigación para la Paz.


Fernando Domínguez

Educador Social. Master en Comunicación y Educación en la Red. Doctorando en Educación, tesis sobre El papel de los iguales en la prevención del ciberacoso. Especializado en formación de agentes educativos en los ámbitos de convivencia, acoso y ciberacoso, comunicación digital y aprendizaje.