“Todo el mundo habla de la paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para la competencia y la competencia es el principio de cualquier guerra” Maria Montessori
El conflicto forma parte de la vida y lo necesitamos para crecer y desarrollarnos como personas. A diferencia del acoso, considerado un tipo de violencia entre iguales que deja graves huellas en las víctimas, el conflicto es parte de nuestra socialización y es el motor de nuestro progreso. Sin embargo, en determinadas ocasiones, puede deteriorar el desarrollo y la convivencia, originando graves problemas interpersonales. Por eso, la educación debe proporcionar recursos suficientes a nuestros alumnos y alumnas para que, a través de la empatía, la resolución de conflictos, el respeto hacia los demás y el control de las emociones, aprendan a solucionar sus diferencias de un modo más inteligente y menos dañino para los demás y para nosotr@s mism@s.
Para educar en la no violencia es fundamental favorecer la empatía y la capacidad para ponerse en el lugar de otras personas. La empatía es una herramienta que nos proporciona información necesaria para comprender el mundo social y emocional en el que nos desenvolvemos. Es una tendencia primaria disponible desde nuestra más tierna infancia que nos lleva a sentir lo que siente el otro. Es la base de la justicia y de la solidaridad y es necesaria para aprender a inhibir y a descartar conductas que puedan hacer daño a los demás. Además, es un requisito necesario para aprender a resolver conflictos de forma inteligente y justa. Desde cualquier edad puede favorecerse este importante objetivo educativo.
A partir de los seis años los niños y niñas son capaces de entender cómo se sienten los demás, por lo tanto, es el momento de empezar a desarrollar estrategias para resolver conflictos utilizando la empatía. Por ejemplo, si queremos enseñar a no insultar ni pegar, podríamos preguntarle al niño o niña que agrede si a él o ella le gustaría que le hiciesen algo así, cómo se siente, se sentiría o se sintió en una situación así y, cómo cree que se sentirá entonces el otro niño o niña cuando él o ella le insulta o le pega. El objetivo final es formular el principio general sobre la necesidad de que nadie insulte ni pegue para que todos y todas nos sintamos mejor y podamos convivir pacíficamente. Para que este aprendizaje se instaure en l@s niñ@s debemos enseñarles una alternativa no violenta sobre cómo actuar cuando un compañero nos pega o insulta, alternativa que debe ser respaldada por toda la comunidad educativa, incluyendo alumnos, familias y profesores.
En la adolescencia se desarrolla el pensamiento abstracto, capacidad que nos permite ver los conflictos desde la perspectiva de una persona que no esté implicada en el problema. También se desarrolla la capacidad para considerar diferentes perspectivas, por ejemplo, las de un alumno y un profesor y establecer una jerarquía de prioridades en función del daño.
Cualquier tipo de violencia incluido el acoso se produce cuando el individuo que la ejerce carece de estrategias alternativas para afrontar el conflicto que la desencadena, por eso para prevenirla en todas sus manifestaciones es preciso desarrollar dichas alternativas. Para enseñar a resolver conflictos de naturaleza socio-emocional, es preciso la colaboración entre la familia y la escuela y su apoyo en todas las fases que se definen a continuación:
- Definir adecuadamente el conflicto e identificar toda la información necesaria para resolverlo.
- Establecer cuáles son los objetivos y ordenarlos según su importancia.
- Diseñar las posibles soluciones al conflicto y evaluar cada una de ellas teniendo en cuenta pros y contras para las diferentes personas implicadas en la situación.
- Elegir la mejor solución y elaborar un plan para llevarla a cabo, incluyendo una anticipación realista de las dificultades que surgirán durante el proceso.
- Llevar a la práctica la solución elegida.
- Valorar los resultados y, si no son los que habíamos valorado, poner el proceso en marcha desde el principio.
“La base de un cerebro sano es la bondad. Y ésta, como la compasión, se pueden entrenar. Debemos hacerlo” Richard Davidson.