Uno de los puntos de inflexión en España en referencia al acoso escolar fue el fallecimiento en 2005 de Jokin, un chico de quince años que se quitó la vida tras una sucesión de hechos que fueron tasados como acoso escolar por las instancias judiciales que conocieron el caso y que juzgaron lo ocurrido. La citada sentencia dio por probada la relación entre el “trato vejatorio, inequívoco acoso y la ridiculización” al que fue sometido por sus compañeros y el trastorno depresivo que sufrió que provocó su muerte por suicidio.

Hay que puntualizar, que, aunque tiendan a relacionarse ambas realidades, el suicidio en la infancia y la adolescencia está determinado por muchas causas que confluyen entre sí: factores biológicos, psicológicos y sociales; de los que el acoso escolar es solo uno más. Sin embargo, teniendo en cuenta que ambas relaciones no pueden negarse, como no pueden obviarse las relaciones entre bullying y depresión y las relaciones que esta enfermedad tiene con la ideación e intentos de suicidio creemos que es fundamental habilitar programas de prevención de la depresión y el suicidio en los centros educativos.

Se registran más de 800.000 muertes por suicidio al año en el mundo y es la segunda causa principal de muerte entre los 15 y los 29 años. Pero, ¿qué pasa por la cabeza de las jóvenes que deciden quitarse la vida? ¿cómo podemos prevenirlo? La Comunidad de Madrid, en colaboración con la Asociación de Investigación Prevención e Intervención del Suicidio ha elaborado una guía dirigida a docentes cuyo objetivo es proporcionar información veraz y objetiva sobre la conducta suicida, ayudarles a identificar las señales de alerta, cómo actuar, dónde pueden dirigirse, así como enfrentar el duelo en el aula ante el suicidio consumado de un alumno, u otra persona del entorno escolar.

No es fácil identificar la conducta suicida, pero es importante detectar situaciones de riesgo que puedan derivar en un adecuado tratamiento. Según la American Psychological Asociation (s. f.), algunas de las señales de advertencia son:

  • “Hablar sobre la muerte: cualquier mención sobre la muerte, desaparecer, saltar o algún tipo de autolesión…
  • Pérdida reciente: haber vivido recientemente alguna muerte cercana, divorcio,rotura de una relación, haber perdido la confianza en sí mismo, la autoestima, la pérdida de interés por los amigos, pasatiempos o actividades que anteriormente disfrutaba.
  • Cambio de personalidad: triste, retraído, irritable, ansioso, cansado, indeciso, apático.
  • Cambio de comportamiento: incapacidad para concentrarse en las tareas escolares, laborales o rutinarias.
  • Cambio en los patrones de sueño: insomnio, a menudo con despertar temprano, dormir demasiado, pesadillas.
  • Cambio en los hábitos de alimentación: pérdida de apetito o de peso, o lo contrario, comer en exceso.
  • Miedo a perder el control: actuar erráticamente, perjudicarse a sí mismo o a los demás.
  • Baja autoestima: sentirse inferior, sentir vergüenza, culpa, odio hacia uno mismo, o verbalizaciones como “todo el mundo estaría mejor sin mí”.
  • No tener esperanza en el futuro: creer que las cosas nunca mejorarán o que nada cambiará”.

El Instituto de la Mente Infantil (Child Mind Institute) ha publicado en su web un interesante artículo sobre los factores de riesgo en el suicidio adolescente, haciendo hincapié, en los factores de protección.

Algunos factores de riesgo:

  • Una pérdida reciente o seria. Esto puede incluir la muerte de un miembro de la familia, un amigo o una mascota. Los niños pueden sentir que la separación o el divorcio de los padres, o una ruptura con el novio o la novia es como una profunda pérdida, además de la pérdida del empleo de uno de los padres, o que la familia pierda su casa.
  • Un trastorno psiquiátrico, particularmente un trastorno del estado de ánimo, como la depresión, o un trastorno relacionado con estrés.
  • Intentos de suicidio anteriores aumentan el riesgo para otro intento de suicidio.
  • Trastorno de consumo de alcohol y otras sustancias, así como también involucrarse en muchos problemas, tener problemas disciplinarios, involucrarse en comportamientos de alto riesgo.
  • Tener dificultades con su orientación sexual en un ambiente que no sea respetuoso o que no acepte dicha orientación. El problema no es si el niño es homosexual o la niña es lesbiana, sino si tiene dificultades en un entorno que no le apoya.
  • Un historial familiar de suicidio es algo que puede ser realmente significativo y preocupante, como lo es también un historial de violencia doméstica, abuso o negligencia infantil.
  • La falta de apoyo social. Un niño que no siente el apoyo de un adulto importante en su vida, así como también de sus amistades, puede aislarse tanto que el suicidio le puede parecer la única salida a sus problemas.
  • Acoso. Sabemos que ser víctima de acoso es un factor de riesgo, pero también hay cierta evidencia de que niños que son acosadores pueden tener un riesgo más alto de comportamiento suicida.
  • Tener acceso a productos y/o artículos letales, como armas de fuego y pastillas.
  • El estigma asociado a pedir ayuda. Una de las cosas que sabemos es que mientras más desesperadas y desamparadas las personas se sienten, tienen más probabilidad de elegir hacerse daño a ellos mismos y terminar con su vida. También si ellos sienten mucha culpa o vergüenza, o si ellos se sienten que no valen nada o si tienen baja autoestima.
  • Barreras para acceder a servicios: Dificultades para recibir servicios que necesitan de verdad incluyen la falta de proveedores de servicio bilingües, medios de transporte no confiables, y el costo financiero de los servicios.
  • Las creencias culturales y religiosas de que el suicidio es una manera noble para resolver un dilema personal.

¿Y qué hay de los factores protectores? ¿Qué cosas pueden mitigar el riesgo de involucrarse en comportamiento suicida? Aquí hay algunos factores protectores claves:

  • Buenas habilidades para resolver problemas. Los niños que son capaces de ver un problema y buscar maneras efectivas de manejarlo, y la capacidad de resolver conflictos de manera no violenta, tienen un riesgo menor.
  • Conexiones fuertes. Mientras más fuertes son las conexiones que los niños tienen con sus familias, con sus amigos, y con las personas en la comunidad, tienen menor probabilidad de hacerse daño a ellos mismos. En parte, eso es porque se sienten queridos y apoyados, y en parte porque tienen personas a quienes acudir cuando están teniendo dificultades y se sienten realmente atrapados.
  • Acceso restringido a productos y/o artículos letales, como armas de fuego y pastillas.
  • Creencias culturales y religiosas bajo las cuales el suicidio está mal visto y se apoya la auto-preservación.
  • Acceso relativamente fácil a intervención clínica apropiada, ya sea a psicoterapia, terapia individual, grupal, familiar, o medicamento si es indicado.
  • Atención efectiva para trastornos mentales, físicos y del uso de sustancias. Buena atención de la salud mental y la salud general tiene que ver con mantener relaciones continuadas y hacer que los niños se sientan conectados a profesionales que los atienden y están disponibles a ellos.

El suicidio es una conducta compleja, se debe a múltiples factores, pero el suicidio se puede prevenir. Su prevención depende de la implicación de todos los sectores de la sociedad, entre uno de los más importantes, el ámbito escolar.


Gemma Hernaiz

Psicóloga. Máster en Psicología Clínica en Intervención en la Ansiedad y el Estrés. Más de 10 años en intervención directa con colectivos vulnerables en Reino Unido y España, así como experiencia en el trabajo con adolescentes y familias.